Un león hambriento se paseaba desesperado por un lugar montañoso y árido. En aquel paraje solitario no se veía ningún animalito que pudiera llegar a convertirse en una presa que aplacara el apetito insoportable de la fiera.
-¡Ah!... si encontrara una cabrita... un cervatillo...-pensaba mientras su estómago vacío clamaba por algún alimento.
En eso, vio del otro lado de un tajo de la montaña a un chivo que había subido por la ladera opuesta. Podía ser la salvación, pero el león estaba tan débil que no se animaba a saltar. Entonces se le ocurrió una treta.
¿Quieres que bajemos al valle a pastar unas hierbas muy tiernas y ricas que allí crecen? - inventó al chivo con voz muy dulce.
Pero el chico advirtió en seguida la intención del león, y respondióle al punto:
-¡Sí! Ya sé que en el valle hay hieras muy tiernas y sabrosas, pero bajaré a comerlas cuando tú te hayas marchado muy lejos de aquí.
MORALEJA: A VECES, UNA AMABLE INVITACIÓN ENCUBRE, DEL ENGAÑO, A INTENCIÓN.
Juan de la Fontaine
EL GATO Y EL RATÓN
Cuatro animales distintos- un búho, una comadreja, un gato y un ratoncito- tenían sus refugios en diferentes agujeros de un tronco podrido y seco. Aunque eran enemigos naturales y se desconfiaban entre si, ninguno se decidía a abandonar a aquel alojamiento que le servía, también, de escondite para los alimentos que robaban.
Por fin, el dueño de aquel campo se cansó de ellos y se dispuso a eliminarlos. Tendió sus redes junto al tronco y el primero en caer fue el gato, que al verse en riesgo de muerte comenzó a gritar. El ratoncito lo oyó y se puso muy contento al ver que se libraba de su enemigo, mas este le dijo: -¡Si yo muero quedarás a merced del búho y de la comadreja, quien más que yo aspira en convertirte en su alimento! ¡Pero si me ayudas a librarme de la trampa, mi gratitud será la mejor defensora contra tus otros enemigos!.
El ratoncito desató entonces la red, y ambos huyeron antes de que el hombre los sorprendieran. Al cabo de un tiempo, el gato advirtió que el ratón aún le temía y le echó en cara su desconfianza
-¿Crees, acaso, que he olvidado la promesa que te hice para que me salvaras de la trampa?
-¡No! -repuso el ratoncito- Pero yo tampoco he olvidado tus instintos y en qué apuro te encontrabas cuando me hiciste la promesa.
MORALEJA: JAMÁS CONFIEMOS EN ALIANZAS QUE HIZO EL MIEDO: EN PASANDO EL TEMOR, VALEN UN BLEDO.
El pastorcito mentiroso
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